TODO QUEDA EN EL CAMINO: / LOS BRAZOS ABIERTOS / Y ESTE NO IR A PARTE ALGUNA*
Nos jugaríamos todo, hasta el descreimiento, por tener la certeza de que los ríos no están secos, ni las ciudades amuralladas, ni los pueblos usurpados; de que, tras la palabra, existe un ser que se espeja sobre sus propios miedos, en la límpida plata de sus temores; de que ayer y mañana, o algunas otras veces, muchas veces, un cuerpo siente el frío del invierno de otros.
Apostaríamos unos diezmos, tal vez una llanura de fracaso, por saber de qué estado del alma se nutre la tristeza, por ver si la melancolía forma parte del gas del universo, del caos de la ordenanza, o si el escepticismo equivale a ese punto final de todos sus poemas, jamás igual a una frontera solo.
Cuando ruedan los dados de la noche, su oro resonado entre las manos, se jugaría todo al siete y negro de un instante de niño que se ha quedado lejos, tan lejos como un viaje o el fulgor de una urbe querida en la memoria o una memoria nuestra que llueve, inunda y fulge en la ciudad amada. No es tarde aún, todo está en el camino. Todo queda en el camino.