Un puerto de alta montaña, un terreno fronterizo entre Asturias y León. Bosques, valles, aldeas y pantanos componen el lugar mítico que habitan los personajes de Ratones en la despensa, una colección de relatos rurales atravesados por el misterio de lo insólito, el surrealismo y la retranca propia de nuestras viejas.
Una mujer a la que se le sale el corazón por la boca y lo arroja a los gochos, un minero silicótico que controla el pueblo a través de una maqueta, una campesina enamorada de su espantapájaros, un ahorcado que custodia el pueblo desde un pinar, una bruja en una aldea en la que reside el odio. Todos ellos tienen algo en común: la indefensión. La misma que se siente cuando algo o alguien entra en tu despensa y es mucho más rápido y escurridizo que tú.
«Esta casa es mía, mía, mía. Y cuando digo mía digo que es también de la paja y de los gochos y de los fugaos y de los lobos. ¿Comprende? Es del pueblo. Es de quien venga a instalarse con buena fe. No de quien quiera descuartizarla y desposeerla de su esencia de gruta primitiva, de su apariencia vegetal, camuflada entre el verde de los helechos».
«Raquel es la escritora que tu pueblo necesita, pero no es de tu pueblo; es del mío. El surrealismo mágico que empapa cada historia funciona igual que el que habita en los cuentos de nuestras viejas. La supervivencia de la retranca, tan importante en nuestro ADN narrativo, está garantizada por una generación más. La sorna y la inteligencia casquivana inundan estos relatos emocionantes e hilarantes a partes iguales. Me encanta». RODRIGO CUEVAS
«Ratones en la despensa se inserta en el mejor fantástico, ese que es capaz de servir como espejo para reflejar las ansiedades colectivas. Lo hace, además, entroncando con ese aire popular, casi costumbrista en el mejor de los sentidos, de la tradición fantástica española». Del prólogo de LAYLA MARTÍNEZ