Entre los grandes autores alemanes del siglo XX, puede incluirse la figura de Erich Paul Kramer, más conocido por el seudónimo de Erich Marie Remarque, aquel agudo observador de los horrores de la guerra y otras lacras humanas. Su gran perfil estilístico, queda a menudo eclipsado por otros creadores más ruidosos, que copan – no sin derecho – la literatura alemana de este siglo. A casi todo el mundo lector le suena mucho más por ejemplo, el siempre fiel a sus convicciones y malogrado, Stephan Zweig; el dubitativo y avanzado, Hermann Hesse; un atormentado y casi visionario, Franz Kafka; el didáctico e insustituible dramaturgo que llegó a ser Bertolt Brecht …, sin olvidarse del monumental Thomas Mann, considerando aparte otras luminarias algo menores, que llegan hasta nuestros días: Heinrich Böll, Peter Weiss, Friedrich Dürrenmatt, Gúnther Grass, etcétera.
Pero nada más que a unos pocos, se les ha ocurrido guardar en su cabeza un pequeño lugar estético para Erich Marie Remarque, hoy en día injustamente olvidado, con lo que esto pueda llevar de desconsuelo al campo de la creación; y lo que es más grave, en absoluto recuperado por las más diversas compilaciones literarias.
SU TRAYECTORIA PACIFISTA
Al cumplirse en el año presente los cuarenta desde la muerte de este importante escritor, hemos querido traerlo hoy en el recuerdo a estas páginas, centrándonos en los puntos más relevantes de su carrera literaria, sin obviar la destacable dimensión de su faceta cinematográfica.
Erich Marie Remarque, nació en la localidad alemana de Osnabrück en 1898, por lo que hace ya doce años que se ha cumplido su centenario. Pertenecía a esa generación, que en plena adolescencia, tuvo que trocar sus estudios e ilusiones juveniles por el áspero clamor de la guerra, ya que con diecisiete años se alistó en una contienda de incierto final, a la que desde todas las instancias bautizaron como Gran Guerra, y en los manuales de Historia, figura como la Primera Guerra Mundial. Este duro acontecimiento marcará a fuego la existencia de numerosos jóvenes, que en la defensa de unos valores que se consideran eternos e inmutables a esa edad, quedarán destrozados para un futuro, con los ideales rotos ante un mundo que no muestra su rostro mejor, con respecto a lo anterior conocido. Será el drama con el que tendrán que convivir en lo sucesivo, y adoptarán las vías del escepticismo o la casi desaparición como seres humanos, en un intento de dar una respuesta plausible a todo el horror observado.
Ahondando un poco más en los orígenes de Remarque, advertimos que descendía de una familia francesa que emigró a Alemania en el siglo XIX, afincándose en la amplia zona del Rhin, aunque ignoramos las causas que motivaron tal emigración.
En lo referente a su trayectoria artística, podemos argumentar que existe toda una corriente antibelicista trasplantada a la novela, que se genera principalmente a partir de la Guerra Franco-prusiana y se continúa con la Primera Guerra Mundial; y a los nombres ya conocidos de Bertha Von Suttner, con su escalofriante Abajo a las armas (1889), o Henri Barbusse, autor de El fuego (1916), podemos añadir el de Remarque, que con la publicación de Sin novedad en el frente (1928), adaptada al cine con gran éxito en 1930, por Lewis Milestone, que obtiene dos oscars, consigue hacerse un nombre al irrumpir en la fama literaria, pero al mismo tiempo se convertirá en un ser molesto, por su constante detección de las llagas humanas. No debemos de olvidar que en este momento, Alemania alcanzará su mayor distorsión como país y como realidad, con el desarrollo y posterior toma del poder por parte del Nacionalsocialismo. Serán tiempos muy convulsos, y a los escritores e intelectuales más conscientes, sólo les quedará el paladeo amargo del exilio.
LAS OTRAS NOVELAS
En líneas generales, la producción novelística de Remarque, se centrará preferentemente en el tema de la guerra y sus secuelas. Los personajes que cincela de manera irrepetible, compondrán seres zarandeados por la excesiva ambición económica de los poderosos, que en definitiva son los que provocan los conflictos armados; y también serán los sin hogar, los que huyen de frontera en frontera, como seres desplazados y presa de las mayores miserias. Nuestro autor también analizará los frentes de batalla, la vida en la retaguardia, las masas ingentes en busca de trabajo, el problema judío, la inflacción alemana…
Dos novelas suyas impresionan sobre todas las demás. En Naúfragos (1941) que planteará con toda crudeza la problemática de aquellos que no encuentran ninguna salida, y se verán impelidos a perder sus señas de identidad. Parece muy significativo en la narración, la obligatoriedad de poseer un permiso de residencia para obtener un trabajo, pero al mismo tiempo también se hará imprescindible estar trabajando para conseguir la residencia. Esto se convertirá en una auténtica ratonera, y los personajes de la trama deberán de resignarse a habitar este círculo vicioso. A través de El obelisco negro (1957), podemos reconstruir por medio de lo que nos cuentan los vendedores de panteones y otras lindezas sepulcrales, protagonistas, lo que significó la brutal inflacción alemana, que se produjo una vez finalizada la Gran Guerra. Nada tenía valor por aquel tiempo; o mejor dicho, la subida de los precios se efectuaba de minuto en minuto – alcanzando las más altas cotas – y con el dinero necesario para comprarse una corbata – unos cinco mil marcos aproximadamente – en un corto período de tiempo, sólo se conseguía adquirir una botella de vino de muy mala calidad. Otros ejemplos, serían el precio del billete para subir al tranvía, o la continuada petición de aumento de sueldo por parte de los socios de la Empresa Funeraria, que necesitaban para hacer frente al constante incremento del coste de la vida. El obelisco negro, se erige en un cuadro estremecedor sobre la miseria y egoísmo humanos, captado a la perfección por la pupila indagadora de Remarque.
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