LIJ PARA ADULTOS
Siempre digo que los adultos nos perdemos verdaderas joyas literarias por no leer libros dirigidos a los más pequeños, la famosa literatura infantil y juvenil (LIJ), y lo que me ocurrió la otra tarde viene a corroborarlo. Estaba yo ojeando (y hojeando) libros en una liberaría dedicada a la LIJ cuando un hombre se acercó con cara de desesperación a la librera. Quería cambiar un álbum ilustrado que le habían regalado por algún libro de adultos y no encontraba ninguno. “Esto es una liberaría de literatura infantil y juvenil, señor”, le dijo la chica, sonriente. El hombre abrió mucho los ojos y creo que empezó a sudar. “¿No tienen nada de adultos?”. “No, señor”. Entonces, con cara de estar en el mismo túnel del terror, se encaminó a la salida. Yo tímidamente fui hacia a él y le dije: “Perdone, dentro de la literatura juvenil puede encontrar libros maravillosos que le sorprenderían”. Él me miró estupefacto y dijo: “Pero estoy buscando algo para mí”, meneó la cabeza y se fue. No sé si sonaron las campanillas de la puerta pero yo las escuché mientras el hombre desaparecía apresurado calle arriba. Lo bueno de esto, me dije, es que ya tengo cómo empezar ese artículo sobre LIJ que tengo pendiente. Y así he empezado.
Para evitar situaciones similares y ofrecer momentos de auténtico goce a los lectores, me gustaría aportar mi granito para que la LIJ (no toda, claro) también sea leída (no siempre, claro) por los adultos. Por esto voy a hablar de cuatro textos que son verdadera literatura (sin calificativos) y que harán la delicia de cualquier lector (que lo sea). Voy de aperitivo a calderada.
Buen provecho.
Diógenes, del joven escritor y cuentista Pablo Albo, es un libro tierno y poético. Hecho a pedacitos que se entrelazan, nos cuenta a través de Diógenes las peculiares costumbres de acopio de su familia. Es un texto para degustar despacio, de una sentada (es corto) y paladear cada párrafo, cada página disfrutando del absurdo, el humor y la poesía que llenan sus hojas. Por suerte, en la LIJ la ilustración está muy presente y tiene mucho peso. Este es el caso de las maravillosas ilustraciones de Pablo Auladell, imágenes sugerentes e inquietantes que enriquecen el texto. Un buen aperitivo.
Los caminos de la luna, de Juan Farias, un viejo marinero que un día se bajó del barco y se subió a la LIJ. Hay en sus libros, y más aún en este, toda la fuerza del mar, de la vida, de lo cotidiano. Es un libro profundo y lírico que acepta diferentes niveles de lectura. Juan el viejo cuenta sus recuerdos de juventud a su nieta Maroliña, a la orilla del mar. Cada una de sus frases, de sus personajes, de sus lugares son capaces de conmover. Baste este breve diálogo con el que comienza el libro para saber de qué hablo y hacer apetitosa su lectura:
–¿Qué es una aventura, abuelo?
–Vivir
–¿Y una aventura emocionante?
–Vivir –sonrió el abuelo.
En un bosque de hoja caduca, de Gonzalo Moure, es otro libro de excelente calidad, más largo, y con otra hondura. En este libro Gonzalo Moure nos habla de la vida y sobre todo de la muerte y lo hace siguiendo el lema que le enseñó su madre: “Todo lo que no hace falta, sobra”, así su prosa es precisa, exenta de adjetivos y artificios, clara y cargada de lirismo. Hablar de la muerte es algo difícil, pero hacerlo de manera tan bella, emotiva e incluso aliviadora es más difícil todavía. Gonzalo lo consigue y lo hace a través de Lucía Alfaro una mujer que conserva el cuaderno de su infancia donde anotaba el día a día de un ruiseñor que vivía en el interior de un bosque de hoja caduca, cuando formaba parte del grupo de observadores de pájaros. Las ilustraciones de Esperanza león son magníficas.
Tal vez la esencia del libro se resuma en esta frase que hay que degustar poco a poco, masticando mucho:
“Todas las vidas son la vida, no hay una menor que otra, todas cuentan. Cuando un animal muere en el bosque, es la muerte; cuando un animal nace en el bosque, es la vida”
Por último y dentro de la novela juvenil, recomiendo El Salvaje, de Antoni García Llorca, una historia brillantemente narrada, cruda y poética que nos cuenta el intento de socialización de un joven que fue vendido por sus padres de niño y criado entre animales. La soledad, la imaginación y la palabra son las claves de este hermoso e interesante libro. Un auténtico placer para los que les gustan las historias épicas bellamente escritas.
Podría sugerirles como postre una breve dosis de poesía infantil. Pero creo que esto lo dejaremos para otra ocasión.
Espero que disfruten del menú.
Mónica Rodríguez es escritora. Recientemente ha ganado el XXIII Premio Ala Delta.
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Diógenes, Pablo Albo, colección Siete Leguas, editorial Kalandraka, 2010. Premio Lazarillo 2010
Los caminos de la luna, Juan farias, colección sopa de libros, Anaya, 1997
En un bosque de hoja caduca, Gonzalo Moure, editorial Anaya, 2006. Premio Anaya 2006
El salvaje, Antoni García Llorca, Ediciones SM, 2009. Premio Gran Angular 2009.