Los orígenes del cine en Oviedo. Por José Havel (15/09/2010)

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El cine nació oficialmente el 28 de diciembre de 1895, el día en que los hermanos Louis y Auguste Lumière proyectaron con su novedoso cinématographe diez cintas de 16 mm. en el Salon Indien, un sótano del Grand Café del Boulevard des Capuchines de París, para asombro de los treinta y cinco atónitos espectadores allí congregados, entre los que se encontraban algunas personalidades de la escena parisina, como Georges Méliès, quien atisbó sus posibilidades como gran espectáculo de masas, algo que los hermanos inventores no alcanzaron siquiera a entrever.

El cinematógrafo arribó a España con tan sólo cinco meses de retraso: en mayo de 1896, de la mano de Albert Promio, uno de los operadores de la casa Lumière, el mismo que después de haber inventado el travelling en Venecia, a lo largo de un paseo en góndola, casi fue arrestado en Constantinopla por la policía del sultán Abdul Hamid al creer que su aparato registrador era una ametralladora. 

También llegó temprano a Asturias tan prodigioso como joven invento, si bien es cierto que en versiones algo menos perfectas y de menor coste que el modelo Lumière oficial. El Principado contempló su llegada allá por el 12 de agosto de 1896, en el Teatro Jovellanos de Gijón; mientras que Oviedo lo recibió por vez primera en septiembre, acogiendo su instalación el Campo San Francisco con razón de las fiestas de San Mateo, aunque el evento se vio eclipsado informativamente por la guerra de Cuba y quizá menoscabado por la falta de cintas de asunto local dentro de la programación.

Debe señalarse que el cine se da a conocer y expande, sobre todo de 1896 a 1905, como fenómeno de barraca de feria, pues la feria supone su primer vehículo y sostén básico. Los empresarios ambulantes de cinematógrafo, como los pioneros Eduardo Jimeno Correas o Antonio Sanchís, recorrían el circuito ferial español con sus barracas. En Oviedo estas casetas eran emplazadas a lo largo del Parque San Francisco y de la plaza de la Escandalera. Consistían en unas construcciones eventuales de fácil instalación y desmantelamiento, hechas de tablones de madera cubiertos con lonas impermeables, cuyas fachadas estaban decoradas con llamativos motivos ornamentales a modo de reclamo publicitario. Durante las temporadas de festejos fueron muchas las barracas que se alzaban sobre el suelo ovetense con proyecciones y actuaciones de muy variado carácter: el Cinematógrafo Jimeno (1899), el Royal Cosmograph de Sanchos (1902), el Gran Cinematógrafo Modernista Leonés (1903), el Cinematógrafo de Antonio Mayor (1904), el Cinematógrafo Pradera de Julio Pradera (1905), etc.

No obstante, casi desde sus mismos inicios el cine experimenta un progresivo desplazamiento de la feria, tanto a efectos cronológicos como espaciales. Así, el cinematógrafo, espectáculo de gran aceptación, no sólo tiende a irse desmarcando cada vez más de la época de festejos en sentido estricto, para ir extendiéndose de manera paulatina a otros segmentos del año, sino que también persigue otros modos de presentarse, y busca primordialmente un espacio específico permanente donde exhibirse.

Paralelamente al entorno de las barracas, las proyecciones asimismo se llevaron a cabo en locales estables acondicionados y destinados en principio a otras actividades, aunque las exhibiciones fueron promovidas de igual forma por sociedades de naturaleza diversa (el Círculo Católico de Obreros de Oviedo adquiere en febrero de 1900 un auténtico cinematógrafo Lumière, a fin de controlar el ocio de sus asociados, inaugurando más tarde otro cinematógrafo en 1914), o empresarios independientes al margen de la feria, como José Zuazua. Responsable desde 1897 del Café Pasaje, ubicado en el pasadizo Plácido A. Buylla que comunica la calle Uría con la calle Pelayo, Zuazua se hizo en 1900, durante una visita con su esposa a la exposición universal de París, con un proyector y tres películas. Alternará éstas con otras alquiladas y diferentes espectáculos de varietés en el pequeño teatro que construye en el bajo anexo a su café. Allí llega el cine de la mano del citado Eduardo Jimeno, pionero en la exhibición cinematográfica en España, así como del propio cine español, autor –junto a su padre Eduardo Jimeno Peromarta— de la Salida de la misa de doce de la Iglesia del Pilar de Zaragoza. Posteriormente, el Café pasaje será objeto de reformas, pasando a denominarse Salón de Actualidades. Por su parte, el Teatro Ovies, situado en la Calle Cimadevilla, incluirá igualmente programación de cinematógrafo desde 1900.

El hecho es que en 1901 la temporada cinematográfica ovetense trasciende los acostumbrados períodos festivos y ya en 1908 su duración es de índole anual, gracias a la sala de Zuazua, el Teatro Celso (abierto en mayo de 1906), o el Cinematógrafo Foto-Luminoso de Julio González, luego llamado Viograph Urban, sito en la calle Fruela entre 1906 y 1909.

Claro síntoma de la creciente demanda, tanto a nivel externo como interno, de un tipo de recinto específico para el cine, fenómeno nuevo con nuevas necesidades, son los pabellones, relativa superación de las barracas, en el sentido de que, pese a ser también construcciones provisionales –si bien más amplias y con una cierta intención de permanencia—, son diseñados por arquitectos de acuerdo con la normativa vigente acerca de los establecimientos dedicados a espectáculos públicos, sobre todo en lo concerniente a materia de seguridad: todavía coleaba en la memoria carbayona el primer incendio de cinematógrafos en Asturias, acaecido –por fortuna, sin víctimas, lejos de los más de ciento treinta muertos del fuego provocado en 1897 por un cinematógrafo en la parisina feria benéfica del Bazar de la Caridad— en la plaza de la Escandalera durante las fiestas mateínas de 1906.

Emplazado en el Parque San Francisco, el Pabellón de Varietés de Juan Antonio Fandiño, en seguida Cine Fandiño o Cine del Parque, es el primero en construirse en territorio astur y en atraer a la burguesía ovetense mediante su inteligente combinación de cultura, moving-pictures y varietés (gracias a su mezcla de consistencia y elegancia, el periódico El Cabayón llegará a compararlo con el Reina Victoria y el Petit Palacio). No olvidemos que el cinematógrafo no estaba muy bien visto por las mentes biempensantes, a causa de su peligro físico (alto riesgo de ignición, perjuicio de la salud ocular, insalubridad ambiental) y moral (luces bajas o apagadas), y su vinculación al vulgar dominio de la feria, tan alejada de la dignidad del teatro y de los géneros líricos presuntamente mayores. Tal es así que, tras un largo asedio a cargo de los empresarios de cinematógrafo y varietés (Sanchís y Fandiño, entre otros), el regio coliseo del Teatro Campoamor no albergará proyecciones de cine hasta 1915. Sin embargo, a partir de 1919 el teatro municipal de Oviedo se estabiliza como sala de exhibición cinematográfica y, finalmente, el cine triunfa como gran espectáculo en la capital asturiana.


Bibliografía básica para interesados:

GONZÁLEZ FERNÁNDEZ, Noelia, La historia del cine en Oviedo, en Historia Vivida, nº 41 (1999), en colaboración con Ábaco y El Comercio.
 
LORENZO BENAVENTE, Juan Bonifacio, Asturias y el cine, Gijón, Mases, 1984.
 
MADRID ÁLVAREZ, Juan Carlos de la, Cinematógrafo y varietés en Asturias (1896-1915), Oviedo, Servicio de Publicaciones del Principado de Asturias, 1996.

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