Por Ulises Paniagua
- “Carmen” se escribe con “C”, con “c” de comunión, “c” de constancia, “c” del corazón abierto como una casa. También se escribe con sed, con sed de conocimiento.
- Si algo caracteriza a la poesía de Carmen Nozal es, sin duda, la transmutación de los días terrenales en una búsqueda espiritual, que no por personal deja de acercarse a lo comunitario. Ese ahondamiento del yo para volverse el nosotros, acumula sin duda muchas experiencias: el amor de sus buenas amigas, de sus entrañables amigos, algunas caídas al paso del tiempo, la resurrección persistente.
- La poética de Carmen es, en gran medida, rebeldía, pero también amor, amor a pesar de las deficiencias del mundo que hemos construido: amor por las cosas, por las personas y los animales que le rodean. Es la poética del “re-ligare”, de la religión, en el más profundo sentido de la palabra.
- Si bien las reseñas y los prólogos escritos acerca de este libro “Poesía reunida, 1991-2021”, se avocan con justicia a los muchos y disfrutables aciertos literarios de nuestra querida Nozal (como lo son los textos escritos por Jorge Falconi, y Elsa Cross), hoy quiero acercarme no sólo a la figura, sino a la persona que es Carmen. Baste comentar, para comprender esta dimensión, que la familia de la autora, y ella misma, han vivido tremendas turbulencias en el vendaval de la Historia Hispanoamericana: el legado de las heridas del Franquismo y la Guerra Civil Española; la errancia inicial del exilio; uno o dos sismos tremendos, en especial el del 2017, del que Carmen da testimonio (en una crónica excelente); los desaciertos y la injusticia que implica trabajar para las dependencias culturales institucionales, la pandemia, o las pandemias de Covid 19.
- Así, Nozal es sinónimo no de resiliencia, que es una palabra espantosa, sino de resistencia, y en especial de sublimación. Este libro implica la transformación del dolor personal, a través de la alquimia emocional y de los sentidos, en versos poderosos y humanos, muy humanos. Porque Carmen tiene la hondura en sus adentros, es capaz de visibilizar lo invisible para los muchos. Recuerdo con nitidez el día que tomo una fotografía -que subió a redes- de un indigente que dormía en una cama en pleno camellón de Avenida Álvaro Obregón, en la colonia Roma. Nozal, desde luego, no compartió la imagen como una curiosidad, sino que también ayudó y alimentó al hombre, dentro de sus posibilidades.
- Para escribir Poesía Mística es necesario comulgar con los otros, que no con la otredad. No se escriben letras dando la espalda a lo humano. De ello entendían Santa Teresa de Jesús, Santo Tomás de Aquino y poetas sufís, como Ibn Arabi. Un poeta, antes que ser una estrella del catálogo del alto firmamento de flamantes autores nacionales e internacionales, debiera ser humano. Carmen lo sabe. Y esa es una cualidad admirable.
- A Carmen la quiere México, y la quiere España. Es poseedora de la encantadora tradición de la lengua castellana, una línea que se desprende, en el siglo XX, desde autores como Miguel Hernández, pero sobre todo desde Federico García Lorca, a quien Carmen admira, con justicia, de manera incondicional. Los versos de Nozal, respetuosos de una hermandad de siglos, de la musicalidad, la cadencia y los arribos métricos castellanos, resuena en este continente, y el continente hermano. Un acto de compromiso global, aunque íntimo, que hubiera encantado al poeta granadino. España en América y España en América.
- Haya larga vida para los versos y los libros de Carmen. Hace algún tiempo, pensaba que la frase del “Gabo”, Gabriel García Márquez, era exagerada al afirmar que él escribía para que sus amigos lo quisieran más. Con Nozal doy fe de que eso ocurre. A ella la quieren sus lectores y sus amistades un “poco mucho” cada día más. Porque es poseedora de un corazón firme; de una gran fortaleza interior y, por supuesto, de la palabra.
Museo Panteón San Fernando. Ciudad de México, 22/01/2022