“Creo que el poder de las palabras se refiere a que comprometen con la realidad. No son dogmas, sino manipulaciones que dejan al descubierto el lugar en el mundo”.
Alejandro Gándara, La media distancia
Para Ángel Santiesteban el 5 de junio de 2007 no es un día cualquiera. Tiene planes. También miedo a ellos. Sin embargo, todo a su alrededor, en apariencia, se desarrolla como cualquier otro día. Iniciada a las siete y veinte de la mañana, El día de hoy, la última novela de Alejandro Gándara, transcurre a lo largo de un día y es narrada por el propio personaje a través de un estilo que busca tanto la introspección de sentimientos/pensamientos como cartografiar la realidad colindante del personaje, eso sí, desde una mirada subjetiva –y, por tanto, condicionada por las emociones de Ángel– que al final deviene en una descripción minuciosa de la zona de La Latina en donde se desarrolla la novela. Ángel se mueve por sus calles mientras intenta organizar sus pensamientos y su vida, algo tan complicado como entender aquello que acontece a su alrededor, una cotidianidad que no oculta –no puede hacerlo– los cambios sociales y urbanos de la ciudad de Madrid. Sin embargo, El día de hoy no es una novela realista –al menos no intenta que ésta sea su naturaleza– sino una novela de introspección –y que no asuste el término– de un personaje que debe comunicar algo a su hijo y afrontar la vida que le espera desde ese día en que todo debe cambiar a tenor del cul de sac en el que se ha visto inmerso. Divorciado, desempleado, medio arruinado, Ángel atiende a las horas de día como única manera lógica de organizarse, agarrándose a ellas como si fuera la única constatación de que la vida puede, en general, poseer un orden.
Autores como James Joyce (Ulises), Saul Bellow (Carpe Diem), Virginia Woolf (La señora Dolloway, Las olas, Between the Acts), Heinrch Böll (Billiard at Half-Pas Nine), Don Delillo (Cosmopolis), Ian McEwan (Sábado), Malcolm Lowry (Bajo el volcán), Alexander Solzhenitsyn (Un día en la vida de Ivan Denisovich), Michael Cunningham (Las horas), entre otros, concentraron la acción de su novela a lo largo de un solo día, cada cual con unas intenciones, acotando la acción y determinando de una manera u otra el comienzo y el final de la misma. Gándara recoge el relevo para organizar El día de hoy, elección que potencia el desasosiego de Ángel al comprobar cómo las horas se suceden y el momento de hablar con su hijo se hace eminente a la par que intenta encontrar trabajo, comprar comida ajustándose al poco dinero que lleva en el bolsillo, hacer recuento del pasado a través del recuerdo de momentos que, de una manera u otra, poseen una relación directa con la situación presente en la que vive y dejarse llevar por un entorno que le resulta cada vez más hostil. No es El día de hoy la historia de un mal día, sino la historia de un día que supone, o debe suponerlo, un punto de inflexión en la vida de un personaje, Ángel, para quien la vida se ha convertido en un pasadizo cuya oscuridad cada vez es más envolvente.
Aunque Ángel es el personaje principal –y narrador de la historia a través de su monólogo interior–, se tiene la impresión de que la ciudad de Madrid y, en particular, el barrio de La Latina –que de alguna manera sirve de espejo de la ciudad– y aquellos que la habitan, posee el mismo protagonismo o más que el propio Ángel. O bien se podría ver que desde la personalización de la narración Gándara busca transmitir una imagen general del hombre de hoy en día en el interior de una sociedad en cambios. Hay algo real, casi tangible, en sus descripciones, aunque todo queda tamizo dado que el paisaje viene condicionado por una mirada concreta, la de Ángel. Gándara desea combinar, y lo logra, lo interior y lo exterior del personaje asumiendo que uno está intrínsecamente relacionado con lo otro, como si negar nuestro entorno, como si al desoír nuestra realidad circundante lo que estuviéramos en realidad haciendo es negarnos nuestra presencia en el mundo que es, al final, quizá el tema que vertebra la novela de Gándara, como también lo hacía en algunas obras precedentes como La media distancia, Ciegas esperanzas, Últimas noticias de nuestro mundo o Cristales. A lo largo de los años, Gándara ha demostrado no ser tan sólo un gran escritor y un estilista sino también estar atento a lo que sucede a su alrededor, transmitir que un escritor debe estar en todo momento en contacto con el mundo, algo que no le convierte especialmente en un escritor realista sino en un escritor atento a la realidad, que la trabaja para, a partir de ella, llevarla al terreno de la ficción, introduciendo elementos de ésta en su visión de lo real.