Es hora de recapitular
Por Alfonso López Alfonso
Carlos Prieto
Cajas de música difíciles de parar
o el desencanto de Nacho Vegas
Lengua de Trapo, Madrid, 2012
Epílogo de Fernando Alfaro
Cajas de música difíciles de parar, el segundo disco en solitario de Nacho Vegas, marcó un antes y un después en el panorama de la música indie española a principios del siglo XXI, o eso al menos sostiene Carlos Prieto, autor de este libro en el que se habla de todo lo que implica el disco: drogas, muchas drogas -este hombre se fumó en plata parte de la jodienda de vivir-, sexo y rock and roll; y en el que el propio Vegas pone una parte importante de la letra con sus respuestas a diversas entrevistas, en general reflexivas, concienzudas y cargadas de sentido común:
«En realidad, la música nunca es punta de lanza de nada -nos dice-, solo viene a ser una constatación de algo que ya existe, o de algo que ya está en el aire. Los cambios sociales determinan manifestaciones culturales populares como la música, pero obviamente no sucede a la inversa. La música es simplemente la banda sonora del mundo en el que nace. En ese sentido, tal vez la música popular nunca podría ser calificada de revolucionaria, pero tampoco creo por ello que sea reaccionaria. Pienso en ella como un foco de resistencia».
Al decir de Carlos Prieto, buen conocedor de nuestra cultura de la Transición a esta parte: «El indie español de los noventa era el reino de la ironía, los guiños a la cultura popular y el culto a lo anglosajón. Nadie quería escuchar ‘cosas oscuras y desagradables’ en español. Nadie quería ir ‘hasta el fondo’. Alguien tenía que hacer el trabajo sucio». Y, según parece, ese trabajo se lo echó a los hombros un joven bastante tímido que se olvidó del pudor para sacar adelante las letras de sus dos primeros discos, Actos inexplicables y Cajas de música difíciles de parar, en los que los problemas familiares, las drogas, la ambigüedad sexual y las adversidades del amor tienen una presencia capital. «A Nacho Vegas le estalló el conflicto en casa. En la figura de su padre se daban cita la reconversión industrial, los efectos de la despolitización, la autodestrucción suicida, la mujer-madre sufriente… No parece fácil eludir todo esto: la ruptura generacional estaba servida a base de contarlo todo en sus canciones» —aquí convendría recordar, o mejor, escuchar, "El ángel Simón"—. A la cosmética melódica que era norma entonces, él opuso una honestidad en carne viva apoyándose en sólidas letras-río, largas, profundas, oscuras, épicas, trágicas y también irónicas —hay bastante más retranca de la que parece—, cargadas de referentes culturales que van de LosHousemartins a Buero Vallejo, de Mike Leigh a Dennis Cooper, todo un acervo de asperezas bien digerido.
Con Cajas de música difíciles de parar Nacho Vegas jugó a ser maldito, cultivó esa figura y dio de bruces con el mal: «No estaba fascinado especialmente por la heroína; lo estaba un poco por todas las drogas, por la literatura sobre drogas, por la música sobre drogas, y las quise probar todas […] Y yo no quería quitarme el aburrimiento, yo rara vez me aburro; quería quitarme la tristeza». A buen seguro ya le ha perdonado hasta el capitán Ahab.