La colección de relatos Indian Country (1953) de Dorothy M. Johnson, la más talentosa narradora del Oeste americano, no es un libro sobre cine propiamente dicho, aunque sí una obra muy vinculada al séptimo arte gracias a piezas suyas como “Un hombre llamado caballo” o “El hombre que mató a Liberty Valance”, bases de los famosos filmes homónimos de Elliot Silverstein (1970) y John Ford (1962), respectivamente, celebérrimos hitos del western.
Esos dos cuentos, junto con “El árbol del ahorcado”, origen a su vez del clásico cinematográfico de idéntico título dirigido por Delmer Daves en 1959, aparecieron elegidos entre las cinco mejores narraciones westernianas del siglo XX, dentro de la votación que en 1995 efectuó la Western Writers Association entre sus miembros, todos escritores profesionales del western. Los otros dos más votados fueron “Encender una hoguera”, de Jack London, y “Lost Sister”, también de Dorothy M. Johnson. A ésta debe el quinteto de honor, pues, cuatro de sus componentes. Es más, las grandes antologías de la literatura del Oeste han seleccionado “Lost Sister” doce veces; “Un hombre llamado caballo”, cuatro; y “El hombre que mató a Liberty Balance”, siete.
Clásico entre clásicos, la autora de Iowa es todavía semidesconocida por el lector medio europeo. El género literario del western no goza hoy del debido prestigio fuera del ámbito anglosajón, asociado como está en Europa a productos orientados al consumo de masas. Salvo contadas excepciones, en lengua española desaparece el western internacional a partir de los años 70. «Y esa es, aún hoy, la curiosa situación del western en España», según bien apunta Alfredo Lara en su presentación a la edición que de Indian Country ha hecho Valdemar como inauguración de “Valdemar / Frontera”. Mediante esta colección específica de narrativa del Oeste, la editorial madrileña pretende reintegrar a dicho género la dignidad cultural perdida entre nosotros; una legitimidad que, por el contrario, nadie discute en la actualidad a las cumbres de su vertiente cinematográfica.
Dorothy M. Johnson (1905-1984) escribió poco, lo cual no le impide ser una escritora deslumbrante. El alto índice de calidad de su escasa producción la sitúa, sin paliativos, entre los mejores cuentistas anglosajones de toda la historia, de todos los géneros. Bien documentada, Johnson describe el Far West con honradez y sin sentimentalismo, al margen de cualquier prejuicio (no hay cowboys ni indios buenos o malos por definición), confrontando las brutalidades respectivas de la “civilización” y la “vida salvaje” desde un estilo directo, lacónico, seco, claro, de acción, aparentemente simple a la vez que evocador, con un sentido narrativo impecable y unas historias llenas de matices, y por ello inolvidables. Indian Country ofrece algunas de las más hermosas páginas de la literatura. Sus once relatos demuestran que el western era ya un género literario de primer orden antes de que Hollywood lo elevase a los altares genéricos del cine.