La cena, de Herman Koch. Por Celia Ferrón Paramio (09/02/2011).

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Herman Koch
La cena
Salamandra, 2010
Traducción de Marta Arguilé Bernal
 
 

La cena trata justamente de eso, de una cena. Una cena entre dos parejas adultas, en un lujoso restaurante en Ámsterdam. Los hombres son hermanos entre sí; el que narra la historia y su mujer parecen educados y cultos, y ya pronto se deja caer que el otro hermano es un político importante. Todo parece, pues, correcto, y que vamos a asistir a una historia de diálogos punzantes, de crisis de mediana edad, de parejas insatisfechas.

Algo hay de lo primero, pero poco de lo segundo. El autor juega francamente bien con el lector y va desgajando unos pocos datos para atraparlo: intuimos que hay una dificultad, un problema entre los hijos de ambos, y han quedado, no para hablar, sino para solucionarlo.

La curiosidad por saber qué ha ocurrido (y ya más adelante, cómo lo resolverán los personajes) nos lleva a una historia hitchcockiana, en la que la narración en primera persona no impide que veamos todas las caras del caleidoscopio que forma la personalidad de Paul Lhoman. Cuando uno cree saber por qué derroteros va a discurrir (enfrentamiento entre hacer lo correcto o proteger a su hijo), nos encontramos con una vuelta de tuerca, ya que no sólo van apareciendo más datos sino que formas insospechadas (en unos padres) de tratarlos aparecen ante nuestros ojos.

Distribuida en pequeños capítulos, en los que se dosifica la información de un modo intencionado, se alterna de manera aleatoria el drama que discurre en el restaurante (que desemboca en tragedia) con recuerdos biográficos del protagonista, de tal modo que nuestra opinión acerca de él irá variando sutilmente desde la empatía del primer capítulo hasta la estupefacción del último.

Libro que levanta ampollas, que despierta incógnitas, que origina debates, no podemos diseccionarlo aquí sin para ello desvelar el argumento, y sería una pena. Una pena para una de las novelas más inteligentes y maduras de los últimos años. Aunque recuerde en algún momento a Tenemos que hablar de Kevin, de Lioneel Shriver, alcanza cotas más altas en su realización, en composición, en creación del personaje, en diálogos. La originalidad de la propuesta (y de su resolución), combinada con la amena y verídica prosa de Koch hacen de La cena el mejor libro del pasado año.

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