Desde la primera a la última línea hay en “Yo estaba allí” de María Esther García López (ediciones Trabe)- versión en castellano de “Yo taba ellí”- hay un ansia imparable de retener el tiempo. Una conversación con un anciano abre el libro en legítima valoración humana de rescatar esa pérdida del mundo rural que asola nuestra tierra, mientras tanto “la aldea enmudece por momentos”. Instantáneas y recuerdos a los que la escritora asigna un baúl “de lágrimas oxidadas”.
“Yo estaba allí” conserva términos en asturiano, que prueban la excelsa riqueza de nuestro idioma. Sus historias de pueblo y sus devaneos del azar sonsacan mitos y leyendas, la palabrería popular solidificando la tradición. Todo ello será tratado por Esther García López con encomio y prudencia. La superchería y la superstición de la muerte ensañándose con la vida dará lugar a la doble vertiente: bodas y entierros.
Por la prosa de la escritora asturiana transitan la soledad de estar sola en la folixa, lo apremiante de sentir la rasgadura de la vida como el efecto de unos zapatos nuevos, el rito de la queimada sobre la hoguera, el poder curativo de la gaita desenredando telas de araña, la sidra tatuando la piel, como la flor del agua en forma de nuestra identidad amamantando nuestra forma de ver la vida… Pasajes que no dan lugar a equívocos para sentenciar: “Otra vez me engañó el tiempo”.
Desde el elemento popular que tienen las fiestas populares como El Bollo y San Mateo se añade una comicidad muy asturiana para proyectar sus casualidades disparatadas. Memoria íntima y colectiva como un barco de papel en manos del mar. “Yo estaba allí” es más que un documento, sino memoria viva de lo que es Asturies como pueblo: la sabiduría de las fuentes y la señaldá de la nieve. Una foto roída en blanco y negro de una romería donde tropieza la memoria.
-Lauren García