La mentira sincera de Igor Paskual: El arte de mentir. Por Lauren García. 20/04/2013.

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Pasión en estado puro

El arte de mentir, de Igor Paskual

Por Lauren García

 

Acostumbrados nos tiene Igor Paskual a unas canciones que son trallazos rockeros de tres minutos de duración. Pero el arte conversa a menudo con más de un idioma y, por ello, nos entrega su primer libro El arte de mentir (Editorial Difácil), que contiene vida y arte a raudales como una maleta de viaje recién desembalada.

Desde el prólogo, Loquillo se refiere al carácter transgresor de Igor Paskual, a toda su naturaleza inequívoca para trazar un personaje que ama la estampida de la contradicción de un tipo que tiene: «pasión en estado puro, cruda, directa y sangrante».

Actitud y aptitud son dos palabras hermanas que se entrecruzan y se respiran en el libro desde las primeras líneas sobrellevando el escenario en unos inicios duros con Babylon Chat. Unos comienzos que se soportan mejor con el desafío irremediable de unos pantalones de cuero. El escritor contempla aquellos años desde una prosa que mantiene el eje de la pasión. Unas páginas que sirven para homenajear a héroes musicales como

David Bowie o los Beatles con una querencia que otorga el conocimiento.

Igor Paskual logra convencer con un hedonismo que marca y se trasforma en arte. La vida de un rockero figura con toda su historia e intrahistoria; el tabú de lo correcto es papel mojado frente al ansia de vida irrefrenable. El prototipo de músico que se defiende enconadamente es el que exuda tópicos y se mantiene en guardia con respecto a cualquier manifestación cultural. Algo digno de resaltar frente al artista prefabricado que desprecia de un modo díscolo todo lo que no tenga que ver con su figura y cuenta corriente. Igor se declara inmerso en la literatura como guía y en la pintura como foco. En el libro permanece una constante de la vehemencia que el autor reclama para el hecho artístico; un poso de deleite que hace trascender al creador. Se recalca además la generosidad hacia los méritos ajenos que halla en un país como Uruguay y que tanto escasea en estos lares de egoísmo homicida.

En El arte de mentir ética y estética encienden un binomio de conciencia y placer. De la intimidad sexual nace un espacio de amplia literatura. El músico desde el alambre otea el alrededor de las confusas relaciones humanas para significarse en la vida.

Una notable constante es que la lectura nos haga recordar que todas las artes tienen su relación de parentela como los colores en la paleta de un pintor: el ardid del escritor trama una comparación entre Alfonso X y Morrisey. La potestad del conocimiento del oficio convierte las crónicas de conciertos en vibrantes pasajes prosaicos y nos deja el sabor de un último trago de una botella abandonada en un camerino.

La vocación intensa de Igor Paskual conlleva riesgo, pero también jugosos paseos por las enredaderas de la vida mientras el azar se debate como un péndulo. Ciudades descifradas en acordes como un modo de vida; el autoconocimiento es una fuente de existencia. Se entronizan arte y vida: verdad y mentira se confunden como una percepción en el espejo.

El arte de mentir nos entrega una mentira sincera y perfecta sin edulcorantes. Igor Paskual la ejecuta perfectamente como una rotunda nota de sol. 

 

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