El poemario en sí es desgarrador, directo y emotivo. El lenguaje se acerca al popular y la retórica es propia de un escritor preocupado por el mundo que le rodea, la sociedad en la que está inmerso y de la que no puede salir pero en la que tiene que desenvolverse y cómo no, por el prójimo.
La sed, la luz y la oscuridad —como el título ya nos indica— son algunos de los elementos que permanecen en la constante visita que hacemos al mundo lírico que ese yo que cuenta nos quiere enseñar, mostrándonos que a través de la poesía y el verso puede uno ser más solidario o al menos, reconocer las maldades de las que somos capaces los hombres. Esa misma retórica preocupada por el otro y los demás, lleva a convertirse en algunos textos, en una poética del desamparo, confiándonos el autor unos cuantos versos tristes dignos de antología.