Poemario de haikus

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 UNA NUEVA VEREDA HACIA EL HAIKU EN CASTELLANO:

HAIKUSNORA, DE Mª ESTHER GARCÍA LÓPEZ[1]

Por Fernando Cid Lucas

Nos dice la escritora canadiense Catherine L’Ecuyer, autora del muy conocido libro Educar en el asombro[2]:

 

“¿Por qué la luna no es cuadrada?, preguntan los niños cuando se asombran. Se asombran ante la luna, que es redonda y no cuadrada, porque no dan por supuesto la forma de la luna. Estrenan el mundo, se sorprenden ante todo lo que van descubriendo. El sol que deslumbra, la hierba que pica, el rojo intenso de una manzana. Todo les sorprende y eso les motiva a conocer (…).[3]

 

Y es que, el haiku, tal y como lo encauza Mª Esther García López (La Degollada-Valdés) en su último libro y también en otros anteriores, es precisamente eso: conocimiento. El conocimiento brindado a los niños que tienen árboles, montañas, ríos, aves o flores ante sus ojos y que nuestro vertiginoso y apretado siglo XXI no les deja ver. Esther hace de “guía”, de gustoso índice que señala hacia lo que sucede, hacia lo que vuela o lo que nada mientras las máquinas siguen sin saber respirar.

Esther quiere y mima esta estrofa, yo la he visto tomar notas, leer en alto, emocionarse con Bashō o con Shiki… así que, por favor, no nos volvamos tan quisquillosos, que no es sino señal de edad provecta mal afrontada, no pongamos los dedos para contar sílabas por delante de los ojos que deben ver el soma del haiku. Los que traen las páginas de Haikusnora son haikus porque su autora respeta la estrofa, son haikus porque son un reflejo de lo que los ojos de una Esther niña recoge en su día a día, con una labor pormenorizada de amar y sentirse inserta en la naturaleza, pero de manera sencilla, cómo, por ejemplo, cuando escribe:

Flor de cerezo,

los pétalos volando

entre mis dedos.[4]

 

Lector, poco más es un haiku, una imagen, una estampa de una estación precisa del año, algo que sucede en ella, sin pretensiones, con la emoción de quien ve llover o huele una flor, con el regocijo de quien toma la inspiración para un poema en algo tan efímero como una cascada de pétalos rosados que atraviesan una mano por dos o tres segundos. Pasa el momento, queda el poema:

 

Una gaviota

nos mira sorprendida,

Dormidos al sol[5]

 

Vuelve a estar el haijin[6] en la naturaleza, bajo el sol (como todos, dirán unos, y es cierto, sólo que la poeta se da cuenta y lo dice), con una gaviota como improvisada espectadora de una apacible siesta.

Un libro Haikusnora delicioso, fruto de una colaboración deliciosa: una abuela (que escribe) y sus nietos (que ilustran), que han puesto forma y color a raudales a unos poemas con los que (con)viven en perfecta simbiosis. No son haiga, no son la retórica del crítico de arte o de literatura, no son un prontuario de las ideas estéticas del haiku, es algo mucho más sencillo y más útil: un diálogo, pequeño y sincero, con el lector, a quien Esther le regala la mejor de las poéticas:

Ruidos y trinos.

El pájaro del agua

silba en la rama.[7]

 

Pájaro del agua que no es sino, según el dibujo de Nora, el lucífero Martín pescador, y que en asturiano se puede nombrar con dos palabras que son validísimas para la construcción de haikus en esta lengua: verderríos y picapeixe; pájaro ubicado en un poema en donde no faltan las llamadas auditivas o visuales, cumpliendo con la premisa de lo sensorial en el poema[8].

 

Para ir terminando ya se me va haciendo costumbre -o vicio- declarar abiertamente mi o mis poemas favoritos en las antologías que me mandan o me mando reseñar. En el pequeño libro de Esther hay un haiku que a mí me habría gustado escribir, o, al menos, pensar, aunque no lo hubiera alumbrado nunca, una flor bonita que no se apaga por mucho que la leas:

El petirrojo

dormido en mi ventana

sueña con hojas.[9]

 

Poema que me recuerda al machadiano:

 

La cigüeña absorta,

sobre su nido de ramas,

mirando la tarde roja.[10]

 

Porque “sueño” y “contemplación” son a veces compañeros de piso, porque un petirrojo fantasioso es como una cigüeña ensimismada en la tenue ecuación del haiku.

 

Enhorabuena, pues, Esther, por tus nuevos haikus, pero también a los pequeños Nora, Deva y Leo, por sus dibujos y por seguir el camino de la güela y del güelo, que en eso Ernesto y tú sois maestros. Y enhorabuena, lector, por poder entrar de forma tan limpia en la naturaleza, usando tan sólo la docena y algo de palabras de los haikus que trae Haikusnora.

   
   
   

 

 


[1] Oviedo, Setentayocho Editorial, 2019.

[2] Barcelona, Plataforma Editorial, 2012.

[4] GARCÍA LÓPEZ, Mª Esther, Haikusnora, Oviedo, Setentayocho Editorial, 2019, p. 6.

[5] GARCÍA LÓPEZ, Mª Esther, Op.Cit. p. 30.

[6] Compositor de haikus.

[7] GARCÍA LÓPEZ, Mª Esther, Op.Cit. p. 18.

[8] Véase para esto la primera parte del libro del profesor RODRÍGUEZ-IZQUIERDO Y GAVALA, Fernando, El haiku japonés: historia y traducción, Madrid, Hiperión, 1999.

[9] GARCÍA LÓPEZ, Mª Esther, Op.Cit. p. 22.

[10] En: https://terebess.hu/english/haiku/machado.html (última consulta: 03/08/2019).

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