MARIA LUZ MELCÓN:“NO CABÍAN LAS PREGUNTAS/EN AQUEL SILENCIO”.
“POEMAS DEL SIGLO XX (1965-1970): MIENTRAS OCCIDENTE AGONIZA”.
Mujer inquieta, Guionista titulada por al Escuela Oficina de Cinematografía (EOC) y Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad Complutense de Madrid, María Luz Melcón nacida en Pola de Lena (Asturias), pero de ascendencia leonesa, ha vivido desde joven en Madrid. Es notoria su labor como periodista, su dedicación a Cervantes y su mundo y su incursión en la novela con obras como “Celia muerde la manzana” (I Premio Barral de Novela, ex aequo 1971”, una irónica visión de la educación religiosa femenina que antes de ser publicada por Barral Editores fue severamente recortada por la censura franquista de la época, y “La guerra en Babia”, excelente documento en torno al conflicto creado por la insurgencia de 1936 en los preciosos, y doloridos, paisajes de esa tierra leonesa siempre castigada.
“Poemas del siglo XX (1965-1970): Mientras Occidente agoniza”, pulcramente editado por Ediciones Libertarias, Madrid, noviembre de 2015, ofrece más de doscientas páginas de inspirados momentos de una escritora preocupada por su mundo y su propia incursión en una sociedad siempre preocupada por las crisis existenciales de todos los tiempos, aunque sus versos tengan unas fechas concretas: (“Los niños”: Están ahí, frente a mí./Me miran y se preguntan./Ellos-pobres pequeños,/abocados a un horizonte sin respuestas-/no saben lo que yo hago. Me miran/y se preguntan./¡Pobres pequeños,/arrojados a un sueño/del que han de despertar nunca!”). Los suyos son versos nítidos, llenos de ritmo, musicales, vehementes. En ellos apura su dolor, indaga en las conciencias, analiza el entorno, sufre. En la introducción, después de recordar que los ha “tenido guardados, en el cajón del olvido”, manifiesta que transcurrido medio siglo de su iniciación poética en Madrid y menos desde que en 1970 terminara este recorrido lírico precisamente en París, pienso que estos versos quizá merecían ser publicados…”Ser publicados como testimonio poético de un tiempo histórico muy significativo de aquel agónico Occidente, precedente de este mundo occidental nuestro del momento actual, en el que, aunque por razones distintas a las de entonces, quizá debamos aún pensar que estamos viviendo mientras Occidente agoniza”.
Y en eso estamos, acompañados por esas sutilezas capaces de despertar algunas conciencias, sólo algunas: “Los pájaros/que antaño/alegraban/el parque/huyeron/con sus trinos/a la región/del sol./Huyeron…/El parque/ está triste./(Sin pájaros,/ni niños,/ni flores.)/El alma/-si es que el alma existe-/se quedó vacía”, escribe en “Los niños de ayer vacíos”. Su poética, cercana a de otros creadores preocupados por su historia y por el futuro de todos, recuerdan la orfandad en que todos nos encontramos gracias a las indignidades de políticos torpes, banqueros hijos de Satanás, empresarios desaprensivos y corruptos de todo tipo. ¿Qué puede hacer el poeta en este panorama?. Todo lo demás denunciarlo: “Una mañana despiertas con revolucionarios deseos entre las cejas y descubres que podrías ser una asesina/que podrías clavarle al tirano un puñal en el corazón/sin que te tiemble el pulso/y degollar con placer/las cabezas descollantes que se cruzan en tu camino”. Desheredados de todo tratamos de “Volver al pasado”, como recuerda María Luz Melcón, y lo hacemos seguramente para no recordar un presente imposible, un devenir enfangado: “Estoy sola/y no soporto la soledad/pero aún así no quisiera volver/al vientre de mi castradora madre/ya no estoy sola/y no soporto a quienes me rodean/y me evado cerrando los ojos/negándome la realidad/y veo el mundo frío y materno/que me acusa desde el fondo de mis párpados/y siento un desabrigamiento en la piel/comparable a la desnudez del invierno” (“Regresión”). Es que muchas veces la escritora pretende incluso huir de su entorno, buscar el mejor refugio en el todos seamos capaces de edificar sociedades más justas, entornos apacibles:”Era un ansia/de destruirse contra el Cosmos,/de integrarse en la vorágine del Universo./Era el intento feroz de la carne por hacerse eterno”, escribe la fémina siempre presente en los universos editoriales, en los exilios de la cultura. Ella recuerda que “en el Occidente ultra pirenaico en el que me autoexilié en 1967, si bien sus regímenes políticos sí eran formalmente democráticos, en cambio en el ánimo colectiva occidental tampoco habían calado lo suficiente todavía ni el espíritu científico- al que nos exhortaba Bertrand Russell-; ni el humanismo evolucionista- tras un siglo darwiniano y relativista-; ni tampoco la libertad de pensamiento, ésta sobre todo como antídoto del adoctrinamiento, e incluso como vacuna contra el pertinaz virus del marxismo-leninismo, ya estatalizado e internacionalizado, cuyos tanques totalitarios, llegando luego a las calles de Praga, a las mentes occidentales iba a llenarlas de zozobra”. Aunque hemos avanzado poco en cuanto a sentido común y aunque las democracias no son capaces de acoger a los proscritos del mundo, herencia de guerras instauradas por los poderosos, mantenidas por el fanatismo o auspiciadas por las bolsas de comercio, la poesía sigue teniendo su lugar, su espacio para cierta protesta, pese al abandono de editores o capitalistas del mundo unidos. María Luz Melcón, por ejemplo, escribe: “A veces me pregunto/por qué he tenido que nacer/y vivir y soñar/y vagar por el mundo/como un perro perdido y sin amo”. Esas conjunciones copulativas, ese dolor por el entorno, ese pensamiento repleto de angustia forman un tablero repleto de ansiedad y de zozobra. El suyo es un alegato a favor de la piedad, algo que rara vez escucharán los forjadores de este siglo XXI desamparado: “Una mañana despiertas con revolucionarios deseos entre las cejas y descubres que podrías ser una asesina/que podrías clavarle al tirano un puñal en el corazón/sin que te tiemble el pulso/y degollar con placer/las cabezas descollantes que se cruzan en tu camino”. La poesía no es sólo un estado de ánimo. A veces se trata de abrir una ventana al mundo, a los sentimientos, a la concordia. Seguramente si la poes&iacut
e;a entrara en los presupuestos de algunos estados Occidente respiraría mejor. María Luz Melcón dice “Sembraron el odio donde la tierra daba sólo tempestades y recogieron tempestades sólo./Ojo por mirada; por mordisco, diente./Diente de plata o colmillo de elefante./Estrella enterrada en el desierto./Fuma la pipa de la discordia/y con el humo/haz señales de paz a lo lejos:/el enemigo va a asustarse/y abandonará su lecho de faquir”. No nos equivoquemos, ser poeta puede convertirse en una biografía innecesaria, sí, pero llena de humanidad y vitalismo.
Manuel Quiroga Clérigo,
San Vicente de la Barquera, 20 de Junio de 2016.