Prohibido penetrar a personas no autorizadas (Crítica del libro “ESTILO RICO, ESTILO POBRE” de Luis Magrinyà)

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estilo rico, estilo pobre

 PROHIBIDO PENETRAR A PERSONAS NO AUTORIZADAS

(Crítica del libro “ESTILO RICO, ESTILO POBRE”, de Luis Magrinyà. Debate, Barcelona, 2015)

Por Marcelo Matas de Álvaro

 

Todo escritor es un crítico literario. No hay otra manera de afrontar la escritura -al menos para quien no se guía por los postulados mercantiles que dictan algunas editoriales- que partiendo de un criterio propio sobre cómo articular todo el entramado del que se sirve el arte de la narración: el comienzo del relato, el punto de vista, el espacio, el tiempo, la estructura narrativa, los personajes, el lenguaje, el final de la novela, etc. Cualquier escritor que presuma de serlo debe decidir cómo abordar todos estos aspectos sobre los que se sustenta la novela y, lo más importante, cómo armonizarlos para que pueda aspirar a ser una obra de arte. Por ello, algunos autores (David Lodge con “El arte de la ficción” o Vargas Llosa con “Cartas a un joven novelista”, entre otros) han querido aportar su propia visión al respecto, con el sano propósito, además, de poder servir de orientación para el resto de escritores.

En esta línea se publica ahora “Estilo rico, estilo pobre” (subtitulado con el demasiado pretencioso “Todas las dudas: guía para expresarse y escribir mejor”) del escritor y editor Luis Magrinyà. Sin embargo, su intención no es ocuparse de la particular artesanía que precisan los términos técnicos apuntados más arriba, sino que se centra en los aspectos puramente lingüísticos, pues -para el autor de este libro- “pensar la lengua es la primera condición del estilo”. Concebido precisamente el estilo como “la identificación de lo prescindible”, de lo que no se dice o se elimina, Magrinyà defiende que, a pesar de que a los escritores se nos ha enseñado que no está bien repetir, a menudo es mejor volver a poner la misma palabra antedicha que forzar el uso de un sinónimo que chirría. Esto ocurre, por ejemplo, con verbos de uso muy frecuente como ir, ser, decir, tener, hacer o entrar, de manera que, al no vencer la tentación de sustituirlos, se puede caer en malentendidos del tipo “Prohibido penetrar a personas no autorizadas”. Así, el escritor que se esfuerza en desplegar un “estilo rico”, se exige a sí mismo el uso de unos pretendidos “verbos finos” que, más que elevar el rango de la escritura, pueden llegar a ridiculizarla con expresiones como poseo caspa, realizar limpiezas o acude al cine. Se fija Maginyà en términos que se reproducen en los textos casi de forma automática, como los presuntamente elegantes repuso, espetó, masculló, con los que se acotan los diálogos con la intención de evitar el vulgar dijo, sin caer en la cuenta de que esos verbos rara vez se utilizan en el lenguaje convencional, el que curiosamente empleamos en los diálogos de la comunicación espontánea. Igualmente, tres “verbos difíciles” como tamborilear, perlar y tintinear pueblan generosamente las páginas de tantos escritores que los usan de forma incorrecta,

tal vez porque son sólo “tópicos de novela sin la menor correspondencia con un estado real de la lengua”.

Al contrario que el “estilo rico”, que se esfuerza por no repetir palabras, el “estilo pobre” estaría lastrado por la continua presencia de “verbos comodín”, como provocar y usar, que de vez en cuando podrían ser cambiados por un término más preciso, más acorde con las posibilidades de la lengua que todo escritor debe explorar. De la misma forma, se usan las palabras pesada o pesadamente, las expresiones no importa, sin problema o hiperónimos como lugar, habitación o ropa, de manera tan reiterativa que se olvida el precepto de que “siempre hay otra forma de decir las cosas, siempre la hay”.

Más observaciones contiene este interesante libro de Magrinyà, quien, valiéndose de numerosos ejemplos sacados de traducciones y de textos de escritores en español -para nuestro consuelo muchos considerados grandes, incluyendo a académicos de la RAE o premiados con el Nobel-, advierte a los escritores de que hay que huir a la vez de la pretensión de alcanzar un “estilo elevado” que sólo tenga como criterio apartarse de la norma y del “estilo empobrecido”
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