II. Una disputa familiar: lo cómico a debate en la actividad literaria del Siglo de Oro.
Comienza Close por dibujarnos un panorama característico de lo que era el sentido español de lo cómico y que podría ser sintetizado en las siguientes notas esenciales:
-
Culto a la bravuconería y a la blasfemia.
-
Gusto por llevar las fantasías absurdas a extremos irracionales.
-
Admiración por la agudeza.
-
Explotación de la comicidad de nombres y linajes.
-
Deleite en lo degradante y en las burlas.
La principal diferencia que podría cifrarse entre Cervantes y sus contemporáneos cultivadores del género cómico es la preocupación por la dignidad de la labor literaria, en concreto de la comedia.
Cervantes, desde una perspectiva teórica de raigambre aristotélica, pretendió introducir criterios preceptivos en la anarquía a que estaba sujeta la heterodoxia cómica. El entretenimiento no ha de estar reñido ni con la calidad ni con las normas que la sustentan.
Por ejemplo, su insistencia en el respeto a las reglas del arte se debe a su aceptación de que encierran principios esenciales de racionalidad, proporción y armonía y, por tanto, el cumplir con las mismas permite a la literatura llevar a cabo su función primaria, entretener, de una forma más eficiente (Close, 2007: 293).
Desde este punto de vista lo que distinguiría a Cervantes de sus coetáneos es la preocupación por la preceptiva y por la justificación teórica de su práctica literaria. El Quijote supuso, en este sentido, no sólo una hábil parodia de géneros como e caballeresco, sino todo un despliegue reflexivo acerca de cómo debía estructurarse la prosa de ficción de acuerdo a los cánones establecidos.
Las líneas generales de la reforma que propone para los libros de caballerías (respecto a las reglas del arte, supervisión por un censor de la corte) están inspiradas en las premisas comunes de la polémica que estaba teniendo lugar a propósito de la comedia (Close, 2007: 143).
Es este hecho, la excesiva fidelidad a la norma aristotélica, lo que, en opinión de Close, le llevará, curiosamente, a hacer avanzar el género novelístico.
Paradójicamente, la revolucionaria naturaleza de la solución adoptada en la segunda parte de Don Quijote se deriva, de forma lógica, de los escrupulosos esfuerzos que mantiene para respetar el decoro, obteniendo como resultado una narrativa pionera que nace de la semilla de poéticas anticuadas (Close, 2007: 161).
Es cierto que pretendió, como tantos otros, la depuración de los elementos más groseros e irreverentes que caracterizaban el género español de lo cómico, pero también él comprendió que tal dignidad debía ir acompañada de una labor preceptiva. Con Cervantes asistimos al caso de un escritor orgulloso de entretener y causar la risa en sus lectores. Un autor que concibió la risa como un instrumento terapéutico y catártico en la línea de Erasmo o Ravelais, Burton, Huarte, Vives. Un autor profundamente didáctico que, sin embargo, desdeñó el estilo moralizante del púlpito y, acorde seguramente a su propio carácter irónico y desenfadado, prefirió suavizar la sátira de tal forma que cualquier ofensa posible se viese atenuada. Segregó de sus obras la crueldad y la frivolidad para aleccionar sin herir y enseñar sin causar tedio.
Su concepción del poder alentador y terapéutico de la risa lo sitúa más en la línea del humanismo renacentista (Erasmo, Rabelais, Burton) que en la de sus propias tradiciones étnicas, si bien esto es debido, a mi entender, más a su propio carácter que a ninguna influencia literaria (Close, 2007: 400).
Fue, además, Cervantes, el descubridor de una nueva modalidad cómica: la potencialidad humorística de la insignificancia prosaica, de lo cotidiano.
Un autor, por último, consciente de la importancia de su obra y de la calidad de la misma, que anheló el reconocimiento del público y que no dudó en celebrarlo en la segunda parte de su Quijote, cuyas burlas son ejemplo de ingenio, buen gusto, originalidad e inventiva.
Se trata de una obra sumamente interesante que despliega un hondo saber erudito acerca de la historia de lo cómico en el panorama literario español, con extensos análisis de autores como Pinciano, Úbeda, Alemán, Quevedo y Góngora, entre otros. Una fuente inagotable de conocimientos acerca del tan denostado mundo de la risa, para el que nuestro intérprete desea recuperar el interés hermenéutico que muchos le han negado. Intérpretes admirados por Close como Castro, Spitzer y, sobremanera, Riley, infravaloraron lo cómico dejando así de lado una perspectiva fundamental a la hora de comprender la producción cervantina. Close elabora su monografía para hacer justicia a este aspecto tan olvidado de su producción. El resultado es parte de lo que hemos decidido destacar en esta reseña. Imprescindible.