Desde el agua
Laura Gómez Palma
Editorial Legados, 2008
Está muy bien que los editores se involucren en la puesta de largo de los libros que publican. Y es que, ya sea por desgracia o por muy diversos motivos, no siempre sucede. Por eso tiene mérito que Agustín Sánchez, el editor de Legados, se halla comprometido en la presentación del libro que inaugura la Colección Poéticas, titulado Desde el agua, de la bonaerense Laura Gómez Palma. Y no sólo porque en ello le vaya el beneficio de la empresa, que también, sino porque el autor, aún más en el caso de que sea novel o casi, se sentirá acompañado en el vértigo del estreno.
Desde el agua es un libro de poemas cortos, íntimos, directos. Notas musicales que necesitan de la complicidad del lector, también a veces de su simpatía y otras de su indulgencia. Porque el lector se encontrará con un gran número de versos que son notas o arpegios que básicamente hay que degustar sin querer adentrarse en su comprensión desde el inicio. Ya sé que esto es un obstáculo. Pero parece muy probable que la autora haya querido apostar por un impacto más simbólico que real, más privado que público, menos narrativo y más secreto. Así, la comprensión del texto, si llega, será a posteriori, después de asentar el tono y el ritmo de cada palabra, de cada verso y cada poema. En este marco, no podemos olvidar el papel que juegan los títulos, que en muchas ocasiones se engarzan directamente con el texto, formando parte muy sustancial de la maquinaria del poema. Así ocurre con los poemas titulados salgo, hago, guardo, según parece o navegar así, entre otros.
El poemario consta de 37 poemas repartidos en cuatro partes que sólo la autora podrá explicar a qué criterio unificador responden. Confieso que yo no he sido capaz de encontrarlo. El primer poema de la primera parte, titulado continentes, anuncia con claridad la intención, la emoción y el objetivo del sujeto poético. Así:
esta nube / contiene la lluvia / que tardará tanto en llegar // lo que digo me contiene / caerán también / palabras de agua
No se extrañe el lector si no encuentra ni rastro de signos de puntuación. La autora ha prescindido de ellos con el fin de que sea el lector quien encuentre las pausas y los silencios en cada poema.
De la segunda parte es muy destacable el que lleva por nombre río, y que tal vez suponga una enésima variación de la célebre frase del griego Heráclito de Éfeso, con una sutil aportación de la autora:
Moja la tierra / reconozco su aroma frágil // orilla nunca idéntica / donde los nombres se devoran
Cuando el lector haya llegado a la mitad de este libro, ya habrá percibido que los pájaros, el mar, la luz, la lluvia, el agua, la niebla, el alba o la noche son elementos que explican el carácter simbólico de estos poemas, que hablan del trasfondo, de una forma de contemplar e interpretar el universo desde elementos sencillos y naturales.
Seguramente la tercera parte de Desde el agua sea la más sugerente. Notas breves llenas de emoción. Así el poema hago:
un paréntesis / sin horas muertas / cierro los ojos y / te acaricio
O costumbre, que dice:
roerme el silencio / abatir los pájaros / de otoño y volver / al frío porque sí
Y también el muy cromático paisajes:
un cielo pincelado de índigo / los nombres como una letanía / sobre otros grises / la lluvia sigue cayendo
Todo ello va cayendo como una cascada de música y agua sobre el lector. Al fin, entendemos que el itinerario y el rumbo seguido por la autora no es sino un guiño y una invitación para acompañarla en un viaje del que en realidad lo único cierto que se puede saber es que va a suceder, o incluso que ya está sucediendo.
navegar así // sin nombrar estrellas / sin contar los días / dulcemente / perder de vista el horizonte / también otros naufragios
Y finalmente, tras algún enigma de corte borgiano, la celebración de la vida vivida, bien vivida, sin grandes pretensiones.
un gran día // el sueño de anoche / las velas rotas de todos / los barcos hundidos / el relámpago / que crece en el cielo / arena virgen y ver / cómo pasan las nubes
Y así pasa este libro, como una partitura de notas mínimas que el lector deberá degustar igual que esferas de agua entre los dientes, a punto de ser explotadas. El sabor dulce o salado, ácido o amargo sólo dependerá de la lengua y la boca de cada uno. La música y los sabores tienen memoria. Como estas palabras, escritas desde el agua.