Lovers sit on dung.
Hideo Asano.
Autoedición, Año de publicación desconocido (Sin datos en la edición).
ISBN: 89-7085-243-300840
Brillante oscuridad.
Pasear entre el smog mañanero de Tokio puede llegar a ser toda una delicia. Enrevesarse entre las devastadoras torres de su skyline, comer algo desconocido bebiendo una ashashi en un parque y tan sólo escuchar el ruido de fondo, ser el secuestrador de El infierno del odio de Kurosawa y sudar en sus night clubs, sentirse pequeño al cruzar un semáforo.
Asano fumaba en pipa en un lugar indeterminado de Shinjuku, una plaza, unas escaleras y un paraguas, y debajo Hideo como siempre hablando con un extranjero, conmigo. Hideo había dejado en el suelo sobre una manta roída unos cuantos ejemplares fotocopiados (varios folios partidos por la mitad) de sus haikus al módico precio de 1,000 yenes. Déjaselo a tus amigos cuando lo termines, me dijo, y me habló (o eso quise entender), de que había estado en nuestro país en un par de ocasiones y en alguna que otra escala de a saber cuantos vuelos. Asano parece un hombre tranquilo, pero es un culo inquieto, ahuyenta sus leones viajando, nunca permanece. (El pan viene después del arte/Preferir basura a grano/El miedo no son los leones).
Lovers sit on dung (Amantes sentados en el estiércol) es una sorprendente obra mínima de Hideo Asano cuya única distribución parece ser la venta directa desde el autor en un pequeño puesto callejero. Son 24 haikus oscuros, escritos en un pulcro inglés en el cual es imposible camuflar las raíces japonesas del autor. Disfruto traduciéndolos en mi particular modo de entender el inglés aprendido en That´s english y me siento libre, tremendamente libre interpretándolos a mi heterodoxa manera. En los poemas todo se intuye, se saborea, es como un terciopelo que deja las manos manchadas. Me dejo llevar entre la insignificancia física del libro que nos ocupa. Quizá esté demasiado acostumbrado a la claridad de los diarios occidentales, quizá haya leído recientemente algo de realismo decimonónico, y Lovers sit on dung, me llame la atención por su aparente simplicidad y por su enrevesado fondo. Algunas de las imágenes que regala Asano ya he tomado como propias, como mías (El pulpo acaricia las piedras frías/Hombre y mujer son uno), como pequeños cuentos de hadas en tres versos que quisiera haber escrito (El rey de reyes sirvió a los hombres/¿Puede el rey lavar los pies de la vieja mujer?/El puede a través del amor), o como alimento para lo que un día escribiré (El miedo hace media muerte/Come y bebe bien para luchar/Morir es vivir).
Mientras maquino este artículo mi novia ha escrito un teléfono sobre la portada de Lovers… Lo ha confundido con un simple papelazo suelto y grapado que he dejado olvidado sobre la mesa del salón. Mientras lo arreglo con tippex y fotocopiadora imagino a Asano fumando agachado, cerca de sus escaleras, hablando con extranjeros, viajando sin moverse de su Tokio, respirando su smog o quizá el continuo olor a quemado de Afganistán, donde trabajó como corresponsal freelance, o posiblemente en Los Ángeles, donde el smog seguramente será menos dulce sin estar cargado de especias, eso sí, lo imagino cortando terciopelo impregnado en tinta, con el dedo en la llaga, sembrando un poco de oscuridad en mentes recauchutadas, como la semilla de la flor que nacerá en el asfalto (Emotivas palabras se respiran/la tinta vale más que la sangre/la pluma vence al arca.) :1.000 yenes de brillante oscuridad.