Tempus fugit en cada página de los escritos de Dorita García Blanco, tempus fugit. Huye con tan premura que han pasado más de quince años desde que sus primeras sombras salieron a la luz en forma de versos. Desde entonces se pronuncia con franqueza, inmediatez y con imágenes estremecedoras. Su poesía, la recogida en este volumen, como afirmé en su día, es un ideario, un intimario, una continua confesión de su ser y su estar…; es una inacabada—la palabra poética jamás se da por acabada—colección de inquietudes, desasosiegos y remembranzas. Su palabra es como en la mayoría de los poetas uniforme, constante y porfiada, fiel a su historia y a su manera de concebir el mundo…
Líneas del prólogo de Aurelio González Ovies
Las cuestiones y los versos
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Invito a leer poesía,
a conocer el mundo del poeta,
sentir su presencia por los versos
que serpentean entre las letras.
Compartir las emociones,
el silencio y la tristeza.
Intuir
en sus palabras
lo que está más allá de la memoria
mucho más allá de la cabeza.
La comunicación humana de la poesía
es un océano
en medio del vacío de la vida.
El agua contenida en los versos,
los versos enroscados en las olas,
las olas envolviendo el universo.
La poesía es el alma del poeta:
Su doctrina.
Su agua, su resuello.
Su pan de cada día.
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¿Y si fuese el miedo el autor de los versos?
El amigo invisible
que habita en los sueños,
el que vive entre acero
mientras llora por dentro,
el que canta en los días de lluvia
porque el agua es dolor y lamento.
¿Y si fueran los versos los hijos del miedo?
Los que ven a lo lejos las escenas de riesgo,
los que temen que el tornado envuelva
los versos libres y los devore
antes de que los lleve el viento.
¿Serán los que hacen
que el trigo germine y se haga alimento?
¿Serán el elixir diario, el vino que bebo?
¿Serán los versos el pan de los sueños?
¿Serán los sueños el universo de los versos?